Los Anteojos

 
Una vez, un hombre se dio cuenta que no veía bien, no solo al querer leer, sino al caminar por la calle; las caras de las personas las veía borrosas, a veces, incluso se sentía mareado. Por este motivo decidió ir a un oculista.
El médico le recetó un par de anteojos, que por el aumento que tenían, eran bastante pesados. Al poco tiempo de usarlos, la nariz empezó a protestar.
-”¡Eh, estos anteojos son muy pesados, me molestan! ¿Y por qué tengo que aguantarlos yo, si funciono bien?”
Los ojos le respondieron:- “Ten paciencia, es que no vemos bien y dependemos de tí para que sostengas los lentes”.-
-”No estoy de acuerdo, arréglenselas como puedan, a mí esto me molesta y no es mi culpa”- volvió a protestar la nariz.
-”¡No te quejes tanto, que nosotros también lo sostenemos y no armamos semejante lío!”, gritaron las orejas, cansadas de escucharla.
Sin embargo, la nariz no hizo caso a las razones ni súplicas de los ojos, y disimuladamente comenzó a corcovear, se movía de abajo para arriba, de un costado al otro, hasta que se movió de tal manera que los anteojos se cayeron al piso.
Claro, en ese momento el buen hombre iba caminando y al caerse los anteojos, tropezó y cayó con todo su peso hacia adelante.
…Y, ¿sabes qué se rompió?
La nariz.

Estoy aburrida de la vida

 
Había una mujer de la nobleza, muy rica, que había crecido cansada de la vida. tenía todo lo que una persona pueda desear excepto felicidad y alegría. Ella dijo: Estoy aburrida de la vida. Me voy a ir al río y voy a acabar con ella.
Mientras caminaba sola, sintió una pequeña mano tirando de su falda. miró hacia abajo y vio a un niño pequeño, frágil y aparentemente hambriento que le imploraba: Nosotros somos seis. ¡Nos estamos muriendo de hambre! La mujer pensó, ¿por qué no aliviar a esta desdichada familia? Tengo los medios y mis riquezas ya no van a tener más uso cuando yo muera.
Siguió al pequeño y entró a aquella escena de miseria, enfermedad y necesidad. Ella abrió la cartera y vació su contenido. Los miembros de la familia estaban a su lado con alegría y gratitud. Identificándose aun más con sus necesidades, la rica mujer dijo: ¡Yo vuelvo mañana, y voy a compartir con ustedes más cosas buenas que Dios me ha dado abundantemente!
Dejó aquel cuadro de necesidad y desdicha contenta de que el niño la hubiera encontrado. por primera vez en su vida comprendió la razón de su riqueza. Jamás volvió a pensar en acabar con su vida, porque no tenía sentido ni propósito.